El coronel no tiene quien le escriba fue escrita por Gabriel García
Márquez durante su estancia en París, adonde había llegado como
corresponsal de prensa y con la secreta intención de estudiar cine, a
mediados de los años cincuenta.
El cierre del periódico
para el que trabajaba le sumió en la pobreza, mientras redactaba en
tres versiones distintas esta excepcional novela, que fue rechazada
por varios editores antes de su publicación. Tras el barroquismo
faulkneriano de La hojarasca, esta segunda novela supone un paso hacia
la ascesis, hacia la economía expresiva, y el estilo del escritor se
hace más puro y transparente.
Se trata también de una
historia de injusticia y violencia: un viejo coronel retirado va al
puerto todos los viernes a esperar la llegada de la carta oficial que
responda a la justa reclamación de sus derechos por los servicios
prestados a la patria. Pero la patria permanece muda...
En El
coronel no tiene quien le escriba hay una aura de cosas no dichas, de
medias luces, silencios elocuentes y milagros secretos, en que se
define siempre o que se omite y resalta lo que quiere pasar inadvertido.
Un soplo de misterio atraviesa el libro, que apenas tiene cien
páginas, pero está envuelto en sombras luminosas. Pocos personajes de
la novela latinoamericana seducen tanto como el viejo y maniático
Coronel, que terminado el libro vive largo tiempo en la memoria. Es
una especie de niño prodigio envejecido, loco y cuerdo, conmovedor y
humano, maravillado y tragicómico. Tiene no sólo una personalidad sino
un alma.
'El Coronel es una anécdota, pero ante todo un
retrato. Nos lleva, no hacia un hecho, sino hacia un personaje, y en
última instancia, una visión. (Luis Harss, 'Los nuestros'.)