lunes, 2 de noviembre de 2015

Las dos muertes de Sócrates

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Año 399 a.C. Un viejo sostiene con pulso inalterable la copa de cicuta. Ha sido condenado a morir por propia mano. Rehusó defenderse en el juicio, escapar cuando sus amigos le prepararon un plan de fuga. Su muerte será la refutación del veredicto de culpabilidad. El vapor de la cicuta escapa de los barrotes de la prisión, parece flotar en el aire de Atenas, como emanación de una culpa colectiva. Atenas bebe la cicuta con él. Sócrates muere y se hace inmortal. Lo recordaremos como el hombre que murió para redimirnos de la injusticia y la ignorancia.
Tal es la leyenda que nos transmitió Platón, su hagiógrafo. Pero esta misteriosa muerte tiene otras interpretaciones, otra leyenda nunca escrita por un coetáneo. En Las dos muertes de Sócrates se investiga sobre otra pista. En ella confluyen varios escenarios: un prostíbulo de lujo, una hetaira vengativa, las calles de Atenas, la arena política, pasiones encontradas, los hilos invisibles del poder.